El consumo de alcohol, especialmente en cantidades excesivas, se ha relacionado con el deterioro de funciones cognitivas. Sin embargo, los efectos dependen de la cantidad consumida y la frecuencia del consumo.
Las personas abstemias que no beben alcohol no sufren deterioro cognitivo relacionado con el alcohol. En cambio, muestran desempeño normal en pruebas de memoria, atención, función ejecutiva y otras áreas cognitivas.
Los consumidores sociales o moderados que beben cantidades pequeñas o moderadas de alcohol con poca frecuencia, como un trago al día o menos, muestran poco o ningún deterioro cognitivo relacionado con el alcohol.
De hecho, algunos estudios sugieren que el consumo social ligero podría tener un pequeño efecto protector sobre la función cognitiva. Sin embargo, los resultados no son concluyentes.
Por otro lado, las personas con consumo excesivo y prolongado de alcohol, especialmente los alcohólicos crónicos, muestran deterioro significativo de funciones cognitivas, incluyendo problemas con memoria, atención, resolución de problemas, tiempo de reacción y funcionamiento ejecutivo.
Estos efectos se acentúan con el paso del tiempo y el aumento en la cantidad de alcohol consumida.
Además de los efectos cognitivos, el consumo moderado de alcohol se ha asociado con beneficios modestos sobre la salud cardiovascular y longevidad.
Sin embargo, el consumo excesivo conlleva graves riesgos de cirrosis hepática, ciertos cánceres, daño cerebral y cardiaco, entre otros problemas de salud.
En conclusión, mientras que las personas abstemias y los consumidores sociales moderados muestran poco o ningún deterioro cognitivo, aquellos con patrones de consumo excesivo y prolongado de alcohol tienen mayor riesgo de sufrir deterioro significativo en varias funciones cognitivas.
El consumo social ligero podría tener algunos beneficios limitados, pero el abuso de alcohol conlleva graves riesgos de salud.